Las difíciles circunstancias han llevado a cientos de municipios a “atrincherarse” intentado así detener el avance de la pandemia en sus territorios.
Duros controles, barreras y taludes de tierra bloquean los accesos a los pueblos y ciudades. La medida refuerza las disposiciones del aislamiento social, ajustando clavijas ante las rebeldías ciudadanas de quienes aún no han tomado real dimensión de la situación en la que estamos imbuidos.
En varios distritos ya se anuncia «al toque de sirena, quedate en casa. No se podrá circular». Una joven se lamentaba en Twitter de la desatención de su padre camionero a lo largo del recorrido, a quien le han venido negando cargar combustible y hasta alimentarse.
Lamentablemente el virus no entiende de barricadas e incluso estas medidas pueden ocasionar mayores perjuicios que beneficios; cuestiones esenciales como el acceso de ambulancias y el ingreso de alimentos pueden verse afectados y tener consecuencias no deseadas.
La necesidad de coordinación entre naciones primero y ahora entre jurisdicciones inmediatas dentro de la misma Argentina, ha quedado al descubierto.
En sus tiempos Hobbes describía el estado de naturaleza para referir precisamente a las acciones de los hombres que iban unos contra otros imponiéndose la fuerza sobre la razón. Pero hemos hecho un largo recorrido y si bien, no puede descartarse una situación de anomia generalizada ante el agudizamiento de la pandemia, todavía estamos en momento de prevenirlo. Existen leyes, disposiciones y protocolos que seguir para proteger la salud pública, para ordenar la circulación de ciudadanos y mercancías y para imprimir tranquilidad a la población.
Porque precisamente la desesperación nunca ha sido buena consejera. Por el contrario, las decisiones de los gobiernos en tiempo de crisis deben tomarse resguardando la legalidad y la legitimidad, analizando los escenarios posibles y al mismo, tiempo llevando confianza a sus ciudadanos. Más aún cuando están en juego la vida de las personas.
En una democracia, lo que no entra por la razón, entra por la ley, no por la fuerza.
La barricada que debemos poner es una sola: la ley, que nos permite convivir en el más imperfecto de los sistemas. Perder nuestra democracia es un riesgo que no debemos correr.